Una defensa de campeonato

El Real Zaragoza cuenta, a estas alturas de la competición, con el segundo mejor sistema defensivo de sus ocho años en Segunda. Con un rendimiento digno de playoff de ascenso y lastrada por la indigencia ofensiva, es su gran argumento para seguir luchando por la salvación

Es tan relevante la indigencia ofensiva del Real Zaragoza y tan exiguo su fútbol, invisible la mayoría de las veces para dedicarle la más mínima alabanza, que cuesta encontrar un ínfimo jardín en ese páramo de ruinas deportivas. Y sin embargo existe. En pleno purgatorio por la salvación, todavía más cerca del infierno que del paraíso que se ha convertido el ascenso de cada escalón, el conjunto aragonés cuenta con el mejor séptimo mejor sistema defensivo del campeonato con 29 goles en contra. Gracias a ese oasis, mantiene encendida la llama de la esperanza que la ineficiencia de atacantes y centrocampistas con supuesta llegada intenta apagar con feroz insistencia. Si antes era un equipo con tendencia a resguardarse para terminar perdiendo, desde que se presentó Juan Ignacio Martínez con su mensaje evangelizador, el único dogma consiste en dejar la portería inmaculada a la espera de que alguien se le ocurra marcar. Resulta, además, que los guardianes se han sumado a esa misión obligada con tanta fe que la lista de realizadores cuenta con más defensas que delanteros: Jair, Vigaray, Chavarría y el pasado lunes Peybernes se han estrenado donde no lo han hecho ni El Toro Fernández ni Vuckic y en la misma medida que ellos, Alegría y el desaprovechado Azón con una solitaria anotación. El penalti provocado por Francés o las asistencias de Chavarría y Tejero contra el Girona aumentan el volumen de la notoriedad de esta guardia pretoriana y humilde pero con aportaciones vitales.

La importancia del notable trabajo de contención, que se ha elevado desde que JIM asumió la dirección del equipo, descubre un detalle que revaloriza aún más su relieve. En las ocho temporadas que lleva sufriendo en Segunda División, solo hay una plantilla que mejora su blindaje a la altura de la jornada 30. Se trata de la que, compuesta por lo general por Iza, Vallejo, Cabrera, Diego Rico y Guitián en la campaña 2015-2016 (la de la infamia de Llagostera), en este mismo punto del campeonato había encajado 25 tantos, cuatro menos que la actual. En la 2002-2003, al equipo que entrenaba Paco Flores y que acabó subiendo a Primera le habían batido en 28 ocasiones. Dentro de un marco de muy relativo optimismo, estos números hablan de un Real Zaragoza sobresaliente en esta faceta y capaz de reiventarse en una línea que ha sufrido bastantes seísmos hasta que se ha asentado en una formación de cuatro más o menos clásica con Vigaray, Francés, Jair y Nieto o Chavarría. Por ese departamento han pasado también Atienza, Guitián, Tejero y durante 31 minutos Sola. El mérito hay que compartirlo con Cristian, quien pese a que con sus errores cumple su curso más destacado, y Ratón.

La defensa del Real Zaragoza de Juan Ignacio Martínez, con unos registros dignos de equipo aspirante a playoff, se ha visto superada nueve veces en 12 partidos, y recibiendo como máximo un gol salvo en la derrota de Vallecas. Y si ha perdido ha sido por la mínima en un esta media docena de encuentros en los que en cinco no le han logrado marcar ( en La Romareda solo logró el Albacete). Si se mantiene la baja frecuencia de percusión de los delanteros, la gran fortaleza del Real Zaragoza para seguir creyendo en la permanencia reside en ese cinturón de hierro y en su valioso aportación para maquillar con el mejor rendimiento de esta travesía por el desierto las limitaciones varias de un equipo sostenido por alfileres y clavado a su cruz.

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